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lunes, 2 de septiembre de 2013

Good news is no news

Mientras escribo esto escucho la canción Money for nothing en un álbum de los añorados Dire Straits y en las calles de Galicia Fai un Sol de carallo que cantaba Antón Reixa cuando era un chaval en Los Resentidos. Entre estos dos artistas y más allá de ellos llegan dos noticias esperanzadoras: Rajoy dice que nos va a compensar por el esfuerzo realizado y que va a bajar los impuestos y su discípula en el lado oscuro Fátima Báñez reconoce el poder de la Fuerza, que somos todos los ciudadanos de a pie, y promete una revalorización mínima del 0,25% en las pensiones.

Hay que decir que el 0,25 % no es una cantidad para tirar cohetes pero dentro de esta promesa va incluido el que no las va a bajar; y esto si no es cosa de la Fuerza serán las vírgenes carmelitas o el San Ramón que fue hace dos días. Dirán nuestros sumos líderes que dadas las bonanzas no es de Dios el estrangular más al proletario que ya se las ve canutas con su contrato de trabajo que lo van a convertir en un standar más manejable (y me pregunto yo: ¿para quién?). No queda otra que dar las gracias y rezar. Rezar para que este mal trago de cuatro años pase cuanto antes.

Lo cierto es que también hay malas noticias: Mientras Obama deshoja la margarita de invadir Siria, aquí el monte no para de arder que algo malo tenia que tener el Sol del carajo que nos calienta. Visto en su conjunto el panorama del mundo en general y en particular no resulta muy esperanzador. Una nueva guerra a la vuelta de la esquina con sus consecuencias, de horror para los sirios y económicas para nosotros, y mientras aquí nuestros arboles (nuestra alma) a arder y el ciudadano español que tiene que convivir con las migajas que Mariano Pulgarcito Rajoy nos va dejando para alimentar nuestras esperanzas.

Pongamos, pese a todo, nuestra mejor sonrisa. Ahora suena otra canción del disco, es Mothers in arms, el título me hace pensar en los pobres sirios, ojala encuentren una salida a sus problemas pronto, que los nuestros no lo son tanto, aunque por ello no estamos obligados a callarnos.

                                        Juan Carlos Pazos


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